Tengo sueño, tengo sueño y mi laptop me saca de quicio!!! Creo que vino
con un duendecito incorporado al que le encanta confundirme las letras y
esconderlas dentro de las palabras para desesperarme y cagarse de la risa
mientras yo me arranco los cabellos tratando de encontrar mis letras perdidas L
Antes de anoche no pude dormir y anoche no me dejaron
dormir, pero de eso les cuento en otra ocasión ;). Hoy, a pesar del sueño, tengo la necesidad
imperiosa de escribir, de sacarme un guayabito que tengo… ¡! Jodido duende!!
Ayer por la mañana fui a llevar a mi mami al
aeropuerto, le tocaba regresar a Venezuela después de tres meses de visita en
mi casa. El tiempo pasa volando, tres meses pasan volando, treinta años pasan
volando. A veces recuerdo a mi mami en
aquel tiempo en que yo era una niña:
Blanquita, con ese cabello negrísimo y abundante, casi siempre lo lleva por
debajo de los hombros, también entonces. Mi mamá es una mujer bella, ella se
mantiene bella, siempre lo ha sido, es su aura, es esa mezcla indefinible de
las muchas razas que corren por sus venas. En algo nos parecemos, yo no sabría
decir en qué. Seguramente en la personalidad un poco y ojalá que en la mirada o
en la sonrisa. Mi mamá es menuda, de curvas breves, delgadita, cabello lacio de
indígena y piel blanca europea. Yo salí mulata, grandota, crespa y culona, sin
embargo, hay algo que tal vez por cotidiano no puedo definir, pero que indudablemente
nos identifica como madre e hija, también está el amor que nos sentimos por
supuesto. Durante estos tres meses me di cuenta de lo buena amiga en que se ha convertido:
Podemos hablar abiertamente de todo, a ella se le pueden contar hasta las cosas
más graves porque tiene memoria selectiva y se olvida del 70% de los cuentos
que uno le echa.
Tengo que confesar que al principio tenía un poco de
miedo de que tres meses fuese demasiado largo y de que terminara deseando que
regresara antes de tiempo; pero de alguna manera ese temor fue bueno, porque me
ayudó a ser más cuidadosa con mis acciones y mis palabras, de modo que su
estadía en casa fuese lo más agradable posible. Al igual que a mí, a mi mamá le
gusta estar sola, así que yo me podía ir tranquila a trabajar sin el temor de
que se sintiese abandonada. Mis amigas la adoptaron y la sacaban a pasear,
le traían encargos para reparar y hasta
se mandaron a hacer ropa con ella. Mi mamá es modista de profesión y como le
gusta lo que hace, lo hace muy bien.
Aunque me encanta estar sola, tengo que admitir que es
muy rico saber que alguien te espera en casa, es chévere andar por ahí y decir
“ay!! Le voy a llevar esto a fulano, seguro que le va a gustar” Es alegrarse de llegar porque sabes que alguien
se alegra de que llegues. La presencia de esa persona se hace habitual y cuando
se acerca el momento de su partida siente uno esa tristeza, esa nostalgia
anticipada. Ella quería regresar, extrañaba a mi abuelita y a mi hermana, le
hacían falta su casa, su clima, sus cosas. Aquí ya comenzó el frio, ya no se
puede salir con una blusita nada más, hay que abrigarse. Si yo tengo casi trece
años viviendo aquí y no me acostumbro al invierno, se podrán imaginar como la
pasan nuestros viejos que tienen toda
una vida disfrutando de los climas privilegiados de Latinoamérica. Ella se
aprendió a desenvolver bastante bien a pesar de la barrera del idioma, salía a
pasear solita y hasta se iba de compras, a todo el mundo le hablaba en español
y me contaba siempre de como los suizos se esforzaban en explicarle las
direcciones y en prestarle toda la ayuda posible en lo que ella necesitara.
Mientras que muchos latinos nos quejamos de la falta de amabilidad de los
nativos de este, nuestro país adoptivo, mi mamá estaba fascinada con la
amabilidad de los suizos y quería abrazarlos y besarlos a todos, pero luego se
acordaba de que algunos olían feo y se le pasaba.
Como una hormiguita, pasó tres meses guardando cositas
para llevar a Venezuela, se fue con tres maletas grandes una de las cuales
estaba dirigida a los familiares de una de mis mejores amigas. Varios amigos me
contactaron para ver qué posibilidades había de enviarles algo a sus familiares
con mi mamá, pero ella ya llevaba mucho peso con sus propias cosas. Así que con
mucha pena tuvimos que decir que no. La mayoría solo querían enviar un par de
pendejadas, cosas que en circunstancias normales no les hubiese pasado por la
cabeza ni comprar siquiera. Una amiga logró enviar en un huequito de una de las
maletas dos carteritas y un paquetico con un Vick Vaporub y otras cositas, al
ver el encargo, me pareció hasta innecesario, pero luego me puse en lugar de mi
amiga y en el lugar de quien lo iba a recibir y me di cuenta que las "tres
mariqueritas" que estaba enviando, no solo son difíciles de conseguir en nuestro
país y muchas veces hasta imposible, sino que también representaban ese amor en goticas para su gente, en este
caso para su mamá, seguramente la señora se va a poner bien contenta cuando lo
reciba. Es que en esos encargos, en esas maletas, se van también las ilusiones,
la idea de que de alguna manera le estamos haciendo la vida más agradable y
llevadera quienes se han quedado librando la batalla cotidiana de sobrevivir en
Venezuela. Cuando nuestra gente abre esas maletas, toma en sus manos nuestros
insomnios, cuando ellos se comunican con nosotros contentos por lo que han
recibido, nos regalan el doble de contentura. Mi mamá llegó aquí con las
maletas llenas de pirulines, susys, cocosettes, telas, cositas para las niñas y
amor. Y con esas mismas maletas, regresó a nuestro país a repartir esos
detalles de cariño que nosotros aquí hemos recolectado para nuestra gente.
En realidad esta entrada le tendría que corresponder
al tercer gran tabú de la sociedad suiza; pero ese se los debo.
Ahora me voy a la cama, ya es muy tarde y el duende de
mi laptop me lleva la vida triste.
Después les sigo contando <3 <3 <3